Fecha: ANT (2021)
Lugar: C/ Sierra de la Demanda. Valladolid:
Colaboradores:
Bárbara Arranz Gonzalez, Eduardo Rodriguez Gallego, Judith Sigüenza Gonzalez, María Mendez Miguel, Luis del Hoyo Gómez-Pallete, Francisco, Francisco Cotallo Blanco, Agustin de la Torre Gomez
Eduardo y Verónica son dos padres comprometidos. Un día, llamaron al estudio a fin de emprender lo que era el proyecto de su vida: construir un colegio de educación especial con residencia para niños con diferencias. Las necesidades, experiencias, los problemas de realizar este tipo de centros requieren de una especial sensibilidad, pero también de condicionantes muy específicos. La privacidad, el refugio, la concepción de crear un lugar en vez de un edificio, un espacio estimulante, inundado de luz y naturaleza, pero también pedagógico sin olvidar el fomento de la autonomía de residentes y estudiantes, eran los ingredientes para proyectar el edificio.
La necesidad de separarnos del resto de la ciudad, de crear ese espacio de bienestar, facilitó la ejecución de un edificio-patio separado por un cerramiento perimetral. El ruido del tráfico, al otro lado, quedaba aislado. Sólo había que esculpir la masa interior, definir los espacios de luz y silencio, así como proponer su materialidad.
Y del dialogo, del apoyo de sus promotores, de sus conocimientos, salió un edificio que era la combinación del programa demandado: por una parte, un circulo que debía albergar las aulas; por otra, un rectángulo modulado y tejido de patios. El primero, la rueda, debía ser el símbolo de la asociación, del aprendizaje horizontal. En su centro-patio se debe producir la reunión colegial, con independencia de la problemática de cada niño. Un espacio al aire libre que es un aula abierta al sol. La segunda, el hogar, está formado por diferentes habitaciones; algunas de las cuales albergan a los niños junto a sus progenitores.
Como en otros proyectos, la condición material debe convertirse en experiencial y estimulante – más en esta construcción, si cabe –gracias en cómo el sol toca la materia. La disposición de los lucernarios, orientados en diferentes posiciones, facilita que la luz resbale por el ladrillo visto acentuando las sombras, los tonos, las intensidades de su color.